martes, 19 de enero de 2010
como la gente se enamora, creo
lunes, 4 de enero de 2010
lunes, 21 de diciembre de 2009
sábado, 12 de diciembre de 2009
desenfoca la mirada
cruzate de piernas
apoyala en tus piernas
ahora empeza: una por una. pasa de pagina. no leas nada. si todavia te queda cerebro. (y la verdad es que no puedo creer como pasan los anios y se sigue desperdiciando papel en semejante bosta)
te vas a reir conmigo, habia una que decia a viva voz impresa en la tapa.
"miro mujeres, soy torta?"
respuesta. "y no se mami, si te gusta el durazno, no te das cuenta solita?"
lunes, 7 de septiembre de 2009
¿Que hace uno?
Con la bondad de la piel
Que suave!
Que extenso el goce del tacto
Que orgia!
Círculos de blandeza aguada
Hay! Se me derriten las manos
Estoy a punto de matarme,
contra la humedad.
martes, 18 de agosto de 2009
saussure
domingo, 9 de agosto de 2009
ó
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quien es
(Y si supieran quién es, ¿Qué sabrían?)
Dais hacia el misterio de una calle cruzada
constantemente por gente.
Hacia una calle inaccesible a todos los
Pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta,
desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas debajo de las piedras
y de los seres.
Con la muerte poniendo humedad en las paredes
y cabellos blancos en los hombres,
Con el destino conduciendo la carroza de todo
por el camino de nada.
Estoy vencido hoy, como si supiese la verdad.
Estoy lúcido hoy, como si estuviese por morir,
Y no tuviera mas hermandad con las cosas
Que una despedida, volviéndose esta casa y este
lado de la calle
La hilera de carruajes de un convoy, y un silbato
de partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujir de
huesos al salir.
Fracasé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo
fuese nada.
La enseñanza que me dieron,
Descendí de ella por la ventana de detrás de la
casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí encontré sólo hierbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En
qué he de pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se conciben en sueño genios
como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe?, ni uno,
Ni habrá sino estiércol de tantas conquistas
futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos pensativos
con tantas certezas!
¿Yo, que no tengo ninguna certeza, soy más
cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas bohardillas y no-bohardillas del
mundo
No hay a esta hora genios-para-sí-mismos
soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas,
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas,
Y hasta realizables,
Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos
de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo,
aunque tenga razón.
He soñado más que Napoleón.
He apretado a un pecho hipotético más
humanidades que Cristo.
He hecho filosofías en secreto que ningún Kant
escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la
bohardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para eso;
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la
puerta al pie de una pared sin puerta,
Y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
Y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derramemé la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me busca el cabello,
Y el resto que venga si viniere, o tuviera que
venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos
de la cama;
Pero lo miramos y es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo
Indefinido.
(Come chocolates, pequeña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que
los chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que
la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiese comer chocolates con la misma verdad
con que tú los comes!
Pero yo pienso y, al tirar el papel de plata, que
es hoja de estaño,
Echo todo al suelo, como he echado la vida.)
Pero al menos queda la amargura de lo que nunca
seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico partido para lo Imposible.
Pero al menos me consagro a mí mismo un
desprecio sin lágrimas,
Noble al menos en el ademán ancho con que
arrojo
La ropa sucia que soy, sin orden, para el decurso
de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso
consuelas,
Diosa griega, concebida como estatua que fuese
viva
Patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
Princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
Marquesa del siglo dieciocho, escoltada y distante,
Cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
No sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, que seas, ¡si puede
inspirar qué inspire!
Mi corazón es un balde vaciado.
Como los que invocan espíritus me invoco
A mí mismo y no encuentro nada.
Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez
absoluta.
Veo las tiendas, veo los paseos, veo los carros que
pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena a la
deportación,
Y todo esto es extraño, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo
por no ser yo.
Le miro a cada uno los andrajos y las llagas y
la mentira,
Y pienso: tal vez nunca vivieses ni estudiases ni
amases ni creyeses
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso
sin hacer nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a
quien cortan la cola
Y que es cola para acá del lagarto revolviéndose.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El disfraz que vestí era equivocado.
Me tomaron luego por quien no era y no
desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la tiré y me ví en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba ebrio, y no sabía vestir el disfraz que no
había tirado.
Acosté fuera a la mascara y dormí en el
guardarropas
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy
sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
Quién me diera encontrarte como algo que yo
hiciese,
Y no quedase siempre enfrente de la Tabaquería
de enfrente,
Calcando a los pies la conciencia de estar
existiendo,
Como un tapete en que un ebrio tropieza
O una espuerta que los gitanos robaron y no
valía nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta
y se quedó en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza mal
doblada
Y con la incomodidad del alma mal entendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, y yo dejaré versos.
A cierta altura morirá el letrero también, y los
los versos también.
Después de cierta altura morirá la calle donde
estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto
se dio.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa
como gente
Continuará haciendo cosas como versos y
viviendo debajo de cosas como letreros,
Siempre una cosa enfrente de la otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el
sueño de misterio de la superficie,
Siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni
otra.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿para
comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me yergo a medias enérgico, convencido,
humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo
lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los
pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
Y gozo, en un momento sensitivo y competente,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es una
consecuencia de estar indispuesto.
Después me echo para atrás en la silla
Y continúo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré.
Fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez fuese feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la
ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo el
cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y
me vio.
Me dijo adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el
universo
Se reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño
de la Tabaquería sonrió.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
Cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién son
(Y si lo supiesen, ¿qué sabrían?)
Ventanas que dan al misterio de una calle cruzada constantemente por la gente,
Calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con el de la muerte que traza manchas húmedas en las paredes,
Con el del destino que conduce al carro de todo por la calle de nada.
Lúcido como su estuviese por morir
Y no tuviese más hermandad con las cosas que la de una despedida,
Y la hilera de trenes de un convoy desfila frente a mí
Y hay un largo silbido
Dentro de mi cráneo
Y hay una sacudida en mis nervios y crujen mis huesos en la arrancada.
Hoy estoy perplejo, como quien pensó y encontró y olvidó,
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.
Lo que me enseñaron
Lo eché por la ventana del traspatio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos.
Encontré sólo hierbas y árboles
Y la gente que había era igual a la otra.
Dejo la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?
¿Qué puedo saber de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser esas mismas cosas que no podemos ser tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se creen en sueños genios como yo
Y la historia no recordará, ¿quién sabe?, ni uno,
Y sólo habrá un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En tantos manicomios hay tantos locos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna ¿puedo estar en lo cierto?
No, en mí no creo.
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
Genios-para-sí-mismos a esta hora están soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-Sí, de veras altas y nobles y lúcidas-
Quizá realizables,
No verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?
No para los que sueñan que pueden conquistarlo, aunque tengan razón.
He soñado más que todas las hazañas de Napoleón.
He abrazado en mi pecho hipotético más humanidades que Cristo,
He pensado en secreto más filosofías que las escritas por ningún Kant.
Soy y seré siempre el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella.
Seré simpre el que no nació para eso.
Seré siempre sólo el que tenía algunas cualidades,
Seré siempre el que aguardó que le abrieran la puerta frente a un muro que no tenía puerta,
El que cantó el cántico del Infinito en un gallinero,
El que oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? Ni en mí ni en nada.
Derrame la naturaleza su sol y su lluvia
Sobre mi ardiente cabeza y que su viento me despeine
Y después que venga lo que viniere o tiene que venir o no ha de venir.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos al mundo antes de levantarnos de la cama;
Nos despertamos y se vuelve opaco;
Salimos a la calle y se vuelve ajeno,
Es la tierra y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
¡Come chocolates!
Mira que no hay metafísica en el mundo como los chocolates,
Mira que todas las religiones enseñan menos que la confitería.
¡Come, sucia muchacha, come!
¡Si yo pudiese comer chocolates con la misma verdad con que tú los comes!
Pero yo pienso y al arrancar el papel de plata, que es de estaño,
Echo por tierra todo, mi vida misma.)
Queda al menos la amargura de lo que nunca seré,
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico que mira hacia lo imposible.
Al menos me otorgo a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo,
Sin prenda, la ropa sucia que soy al tumulto del mundo
Y me quedo en casa sin camisa.
Diosa griega, estatua engendrada viva,
Patricia romana, imposible y nefasta,
Princesa de los trovadores, escotada marquesa del dieciocho,
Cocotte célebre del tiempo de nuestros abuelos,
O no sé cual moderna -no acierto bien la cual-
Sea lo que seas y la que seas, ¡si puedes inspirar, inspírame!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco,
Me invoco a mí mismo y nada aparece.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, la acera, veo los coches que pasan,
Veo los entes vivos vestidos que pasan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me parece una condena a la degradación
Y todo esto, como todo, me es ajeno.)
Viví, estudié, amé y hasta tuve fe.
Hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por ser él y no yo.
Y pienso: tal vez nunca viviste, ni estudiaste, ni amaste, ni creíste
(Porque es posible dar realidad a todo esto sin hacer nada de todo esto.)
Tal vez has existido apenas como la lagartija a la que cortan el rabo
Y el rabo salta, separado del cuerpo.
Hice conmigo lo que no sabía hacer.
Y no hice lo que podía.
El disfraz que me puse no era el mío.
Creyeron que yo era el que no era, no los desmentí y me perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
La tenía pegada a la cara.
Cuando la arranqué y me vi en el espejo,
Estaba desfigurado.
Estaba borracho, no podía entrar en mi disfraz.
Lo acosté y me quedé afuera,
Dormí en el guardarropa
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo.
Voy a escribir este cuento para probar que soy sublime.
Quién pudiera encontrarte como cosa que yo hice
Y no encontrarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente:
Pisan los pies la conciencia de estar existiendo
Como un tapete en el que tropieza un borracho
O la esterilla que se roban los gitanos y que no vale nada.
El Dueño de la Tabaquería aparece en la puerta y se instala contra la puerta.
Con la incomodidad del que tiene el cuello torcido,
Con la incomodidad de un alma torcida, lo veo.
El morirá y yo moriré.
En un momento dado morirá el rótulo y morirán mis versos.
Después, en otro momento, morirán la calle donde estaba pintado el rótulo
Y el idioma en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta gigante donde pasó todo esto.
En otros planetas de otros sistemas algo parecido a la gente
Continuará haciendo cosas parecidas a versos,
Parecidas a vivir bajo un rótulo de tienda,
Siempre una cosa frente a otra cosa,
Siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una cosa ni la otra.
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me enderezo a medias, enérgico, convencido, humano,
Y se me ocurren estos versos en que diré lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la libertad de todos los pensamientos.
Fumo y sigo al humo con mi estela,
Y gozo, en un momento sensible y alerta,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es el resultado de una indisposición.
Y después de esto me reclino en mi silla
Y continúo fumando.
Seguiré fumando hasta que el destino lo quiera.
Quizá sería feliz).
Visto esto, me levanto. Me acerco a la ventana.
El hombre sale de la Tabaquería (¿guarda el cambio el la bolsa del pantalón?),
Ah, lo conozco, es Estevez, que ignora la metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería aparece en la puerta).
Movido por un instinto adivinatorio, Estevez se vuelve y me reconoce;
Me saluda con la mano y yo le grito ¡Adiós, Estevez! y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza y el Dueño de la Tabaquería sonríe.
sábado, 1 de agosto de 2009
jueves, 16 de julio de 2009
El amor fraterno es amor entre hermanos; el amor materno es amor
por el desvalido. Diferentes como son entre sí, tienen en común el
hecho de que, por su misma naturaleza, no están restringidos a una
sola persona. Si amo a mi hermano, amo a todos mis hermanos; si
amo a mi hijo, amo a todos mis hijos; no, más aún, amo a todos los
niños, a todos los que necesitan mi ayuda. En contraste con ambos
tipos de amor está el amor erótico: el anhelo de fusión completa, de
unión con una única otra persona. Por su propia naturaleza, es
exclusivo y no universal; es también, quizá, la forma de amor más
engañosa que existe.
En primer lugar, se lo confunde fácilmente con la experiencia
explosiva de «enamorarse», el súbito derrumbe de las barreras que
existían hasta ese momento entre dos desconocidos. Pero, como
señalamos antes, tal experiencia de repentina intimidad es, por su
misma naturaleza, de corta duración. Cuando el desconocido se ha
convertido en una persona íntimamente conocida, ya no hay más
barreras que superar, ningún súbito acercamiento que lograr. Se llega
a conocer a la persona «amada» tan bien como a uno mismo. O,
quizá, sería mejor decir tan poco. Si la experiencia de la otra persona
fuera más profunda, si se pudiera experimentar la infinitud de su
personalidad, nunca nos resultaría tan familiar -y el milagro de salvar
las barreras podría renovarse a diario-. Pero para la mayoría de la
gente, su propia persona, tanto como las otras, resulta rápidamente
explorada y agotada. Para ellos, la intimidad se establece
principalmente a través del contacto sexual. Puesto que
experimentan la separatidad de la otra persona fundamentalmente
como separatidad física, la unión física significa superar la
separatidad.
Existen, además, otros factores que para mucha gente significan una
superación de la separatidad. Hablar de la propia vida, de las
esperanzas y angustias, mostrar los propios aspectos infantiles,
establecer un interés común frente al mundo =se consideran formas
de salvar la separatidad-. Aun la exhibición de enojo, odio, de la
absoluta falta de inhibición, se consideran pruebas de intimidad, y ello
puede explicar la atracción pervertida que sienten los integrantes de
muchos matrimonios que sólo parecen íntimos cuando están en la
cama o cuando dan rienda suelta a su odio y a su rabia recíprocos.
Pero la intimidad de este tipo tiende a disminuir cada vez más a
medida que transcurre el tiempo. El resultado es que se trata de
encontrar amor en la relación con otra persona, con un nuevo desconocido.
Este se transforma nuevamente en una persona «íntima», la
experiencia de enamorarse vuelve a ser estimulante e intensa, para
tornarse otra vez menos y menos intensa, y concluye en el deseo de
una nueva conquista, un nuevo amor -siempre con la ilusión de que el
nuevo amor será distinto de los anteriores-. El carácter engañoso del
deseo sexual contribuye al mantenimiento de tales ilusiones.
El deseo sexual tiende a la fusión -y no es en modo alguno sólo un
apetito físico, el alivio de una tensión penosa-. Pero el deseo sexual
puede ser estimulado por la angustia de la soledad, por el deseo de
conquistar o de ser conquistado, por la vanidad, por el deseo de herir
y aun de destruir, tanto como por el amor. Parecería que cualquier
emoción intensa, el amor entre otras, puede estimular y fundirse con
el deseo sexual. Como la mayoría de la gente une el deseo sexual a
la idea del amor, con facilidad incurre en el error de creer que se ama
cuando se desea físicamente. El amor puede inspirar el deseo de la
unión sexual; en tal caso, la relación física hállase libre de avidez, del
deseo de conquistar o ser conquistado, pero está fundido con la
ternura. Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si
el amor erótico no es a la vez fraterno, jamás conduce a la unión
salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La atracción sexual crea,
por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal «unión»
deja a los desconocidos tan separados como antes -a veces los hace
avergonzarse el uno del otro, o aun odiarse recíprocamente, porque,
cuando la ilusión se desvanece, sienten su separación más
agudamente que antes-. La ternura no es en modo alguno, como
creía Freud, una sublimación del instinto sexual; es el producto
directo del amor fraterno, y existe tanto en las formas físicas del
amor, como en las no físicas.
En el amor erótico hay una exclusividad que falta en el amor fraterno
y en el materno. Ese carácter exclusivo requiere un análisis más
amplio. La exclusividad del amor erótico suele interpretarse
erróneamente como una relación posesiva. Es frecuente encontrar
dos personas «enamoradas» la una de la otra que no sienten amor
por nadie más. Su amor es, en realidad, un egotismo á deux; son dos
seres que se identifican el uno con el otro, y que resuelven el
problema de la separatidad convirtiendo al individuo aislado en dos.
Tienen la vivencia de superar la separatidad, pero, puesto que están
separados del resto de la humanidad, siguen estándolo entre sí y
enajenados de sí mismos; su experiencia de unión no es más que
ilusión. El amor erótico es exclusivo, pero ama en la otra persona a
toda la humanidad, a todo lo que vive. Es exclusivo sólo en el sentido
de que puedo fundirme plena e intensamente con una sola persona.
El amor erótico excluye el amor por los demás sólo en el sentido de
la fusión erótica, de un compromiso total en todos los aspectos de la
vida -pero no en el sentido de un amor fraterno profundo-.
El amor erótico, si es amor, tiene una premisa. Amar desde la
esencia del ser -y vivenciar a la otra persona en la esencia de su ser-.
En esencia, todos los seres humanos son idénticos. Somos todos
parte de Uno; somos Uno. Siendo así, no debería importar a quién
amamos. El amor debe ser esencialmente un acto de la voluntad, de
decisión de dedicar toda nuestra vida a la de la otra persona. Ese es,
sin duda, el razonamiento que sustenta la idea de la indisolubilidad
del matrimonio, así como las muchas formas de matrimonio
tradicional, en las que ninguna de las partes elige a la otra, sino que
alguien las elige por ellas, a pesar de lo cual se espera que se amen
mutuamente. En la cultura occidental contemporánea, tal idea parece
totalmente falsa. Supónese que el amor es el resultado de una reacción
espontánea y emocional, de la súbita aparición de un sentimiento
irresistible. De acuerdo con ese criterio, sólo se consideran
las peculiaridades de los dos individuos implicados –y no el hecho de
que todos los hombres son parte de Adán y todas las mujeres parte
de Eva-. Se pasa así por alto un importante factor del amor erótico, el
de la voluntad. Amar a alguien no es meramente un sentimiento
poderoso -es una decisión, es un juicio, es una promesa-. Si el amor
no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la promesa
de amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede
desaparecer. ¿Cómo puedo yo juzgar que durará eternamente, si mi
acto no implica juicio y decisión?
Tomando en cuenta esos puntos de vista, cabe llegar a la conclusión
de que el amor es exclusivamente un acto de la voluntad y un
compromiso, y de que, por lo tanto, en esencia no importa demasiado
quiénes son las dos personas. Sea que el matrimonio haya sido
decidido por terceros, o el resultado de una elección individual, una
vez celebrada la boda el acto de la voluntad debe garantizar la
continuación del amor. Tal posición parece no considerar el carácter
paradójico de la naturaleza humana y del amor erótico. Todos somos
Uno; no obstante, cada uno de nosotros es una entidad única e
irrepetible. Idéntica paradoja se repite en nuestras relaciones con los
otros. En la medida en que todos somos uno, podemos amar a todos
de la misma manera, en el sentido del amor fraternal. Pero en la
medida en que todos también somos diferentes, el amor erótico
requiere ciertos elementos específicos y altamente individuales que
existen entre algunos seres, pero no entre todos.
Ambos puntos de vista, entonces, el del amor erótico como una
atracción completamente individual, única entre dos personas
específicas, y el de que el amor erótico no es otra cosa que un acto
de la voluntad, son verdaderos -o, como sería quizá más exacto, la
verdad no es lo uno ni lo otro-. De ahí que la idea de una relación que
puede disolverse fácilmente si no resulta exitosa es tan errónea como
la idea de que tal relación no debe disolverse bajo ninguna
circunstancia.
*Descripcion del amor erotico tomado del libro "El arte de amar" del filosofo Erich Fromm.
martes, 14 de julio de 2009
lunes, 13 de julio de 2009
“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
Bertolt Brechtdomingo, 28 de junio de 2009
Fragmentos de un evangelio apócrifo, Jorge Luis Borges
3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.
4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.
6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.
7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.
9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.
10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha esta en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.
12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.
14. Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.
16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.
17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que el cree justa, no tiene culpa.
18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.
20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.
24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.
25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.
26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.
27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.
28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.
29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.
30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del tedio.
31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.
32. Dios es mas generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.
34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar
39. La puerta es la que elige, no el hombre.
40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.
41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena
47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
48. Felices los valientes, los que aceptan con animo parejo la derrota o las palmas.
49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.
50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
51. Felices los felices.